Ser escritor es una de esas cosas que no se eligen, te nacen de dentro y se convierten en una necesidad vital. Siempre estoy con un boli en la mano -sí, también los colecciono-, ya sea escribiendo alguna de mis novelas, redactando artículos para el blog o vaciando la mente -a falta de un pensadero como el de Dumbledore, el papel y el lápiz valen-. Es una carrera llena de sinsabores, pero también de momentos inolvidables; eso sí, cuando decidí convertir mi hobby en una profesión, nunca imaginé que sería como subirme al Supermán.
Recuerdo perfectamente cuando firmé mi primer contrato editorial, las ganas de hacerlo bien, la obsesión por los números y las lágrimas por las primeras críticas; era tal mi felicidad que acepté cobrar un 15 % por la edición digital. Después firmé un segundo y un tercero con mejores condiciones en otra editorial pero que supusieron, con el paso del tiempo, en el desengaño por el que tarde o temprano pasamos todos. Aprendí que, como en todas partes en realidad, en el mundo literario también hay gente que se aprovecha de los sueños e ilusiones de los demás. Cuando se llega a ese punto puedes coger dos caminos: hundirte y dejarlo o seguir p’alante. Yo seguí. Aprendí a escribir mejor -hay un abismo entre En busca de su destino y El secreto de lady Sarah-, aprendí a corregir, a hacer comunidad, a manejar las redes sociales y a ser inteligente escogiendo mis amistades.
Con el miedo todavía patente a autopublicar y con el gusanillo de intentarlo de nuevo con una editorial tradicional, firmé mi cuarto contrato con HarperCollins, único que sigue vigente hasta hoy, pero Desmontando a Carter nunca despegó.
Ayer leía a una compañera de letras entristecerse porque su novela no estaba funcionando como se esperaba a pesar del esfuerzo, la pasión y la dedicación que durante meses puso en ella; lamentablemente, saber qué funciona o qué no, por qué una novela tiene éxito y otra no es un enigma sin solución. Me sentí identificada con ella aunque yo ya no sufro por esas cosas. He llegado a un punto que ya no me importa no estar nominada a mejor novela/autora en uno de esos foros tan populares, ni estar en los top de más vendidos, ni tener decenas de comentarios y valoraciones en Amazon o Goodreads, ni estar en las listas de mejores lecturas del año. Ni siquiera me duele organizar un libro viajero y que solo se apunten tres personas -bueno, eso sí, un poquillo-.
Siempre se habla del ego del escritor, pero muy pocas veces de su sentimiento de inferioridad. Cuando todo tu trabajo solo se ve recompensado con la indiferencia, sentarse delante del ordenador a seguir escribiendo es muy difícil, pero no hay otro camino. Si una novela no funciona, hay que probar con la siguiente y la siguiente, porque cuanto más escribes, mejor lo haces; a la larga, lo que te define como escritor es la perseverancia. Y en romántica hay que tener mucha porque hacerse visible en un género que publica centenares de títulos al mes no es nada fácil.
Siempre me preguntan que por qué no escribo otra cosa y mi respuesta es porque no quiero, porque la romántica a pesar de los plagios, las ventas ilegales, las envidias y las zancadillas habla sobre las personas, las relaciones que establecemos con los demás y lo necesario e importante que es el amor en nuestras vidas, no solo el amor romántico, sino también a los amigos y a la familia.
La romántica te remueve por dentro, te alegra y te entristece, te excita, te hace suspirar, te provoca odios, en definitiva, despierta tus emociones y yo quiero formar parte de eso. La novela romántica me encanta, soy una enamorada del amor, lo he dicho siempre, no hay nada más poderoso para bien y para mal y escribir sobre ello hace que me levante cada día con un propósito y que sueñe cada noche con un millón de sueños.
¡Hola, Paola! A mí también me han llegado a preguntar muchas veces que por qué no escribo cualquier otro género, pero es que no me da la gana. La romántica tiene ese no-sé-qué que no tienen otros y me encanta poder desarrollar historias de amor, sea romántico como en una relación de amistad, en la familia, etc. Además, lo bueno de la romántica es que tiene muchos subgéneros y no simplemente tienes que centrarte en una relación amorosa en un tiempo actual, por ejemplo, sino que puedes agregarle fantasía, toques paranormales, erótica, etc.
Por cierto, vi lo del libro viajero, pero no soy de participar en ellos por miedo a no cumplir los plazos (demasiado tengo ya con apuntarme a lecturas conjuntas y no poder terminarlas a tiempo a veces). Es una pena que solo se apuntaran tres personas, con lo que promete el libro (por cierto, espero ponerme pronto con él, a ver si adelanto lecturas que parece que las tengo todas a retortero jajaja).
Un placer leerte (parece que esta semana te tocó a ti hablar sobre tus motivos para seguir escribiendo romántica jeje), como siempre ;D
Saludos <3
Hola, Rocío! Sí, parece que hay que estar siempre justificándonos, ¿verdad? Más que mis razones para escribir este género y no cualquier otro, mi pretensión era hacer público el sentir de muchas escritoras. Ser escritor es una profesión de mucha carga emocional porque no solo nos exponemos cuando escribimos, sino que también nos sometemos al juicio de los lectores y a veces no es fácil de sobrellevar.
Muchas gracias por pasarte!!
Un besico.