Hace unos días se generó en el muro de Twitter de la escritora Abril Camino un debate muy interesante sobre las etiquetas en el que se afirmaba que la rigidez de las premisas en novela romántica es un enemigo de la creación literaria. Este tema siempre genera una enorme controversia entre escritores y lectores y hoy voy a explicarte por qué creo yo que el final feliz en la novela romántica es imprescindible.
La novela romántica nació en el siglo XIX, durante el Romanticismo. Estaba muy enfocada a los sentimientos, a la melancolía, a la dicotomía de la vida y la muerte…, se usaba un lenguaje muy descriptivo y la tragedia amorosa era el eje principal de los acontecimientos. Hoy en día, el concepto de novela romántica ha cambiado mucho y nada tiene que ver con la novela del Romanticismo (como Ivanhoe o La dama de las camelias).
La más importante asociación de escritores de novela romántica del mundo, la RWA (Romance Writers of America), definió los parámetros por los cuales en la actualidad podemos distinguir claramente una novela romántica de otra que no lo es:
1. El hilo conductor debe ser una historia de amor.
2. El final debe ser emocionalmente satisfactorio y optimista.
Por mucho que reneguemos de ellas, en estos tiempos en los que las palabras clave y los algoritmos de comportamiento son los que rigen la forma de vender, las etiquetas son más necesarias que nunca. Son imprescindibles para que nos encuentren y nos lean. Es la realidad que hay que tener muy presente si te metes en esto de escribir. Si no existieran las categorías, encontrar lo que buscas se convertiría en una odisea, por eso es tan importante escoger la más adecuada cuando publicas tu novela.
Soy lectora de novela romántica desde los quince años Cuando quiero leer una novela de este tipo sé perfectamente lo que busco, incluido eI final feliz. Es una cuestión de expectativas. Yo soy mucho de buscar nuevos títulos en las listas de Amazon, si no conozco a la autora, doy por hecho que la novela va a cumplir con las premisas del género. Si llego al final y los protagonistas mueren o no se da a entender que acaban juntos, mi cabreo es monumental. La desagradable sensación agridulce se come todo lo demás, me siento engañada y eso es muy difícil de resarcir.
Que una novela tenga una historia de amor no significa que sea romántica. Los puentes de Madison County, Ana Karenina o Cumbres borrascosas son perfectos ejemplos; todas tienen grandes historias de amor, pero no son novela romántica.
Cuando leí Yo antes de ti hacía poco tiempo que había visto la película Intocable. Ambas historias tienen protagonistas tetrapléjicos, pero al contrario que en el libro, en la película el protagonista elige vivir. Me habían vendido el libro de Jojo Moyes como romántica y yo esperaba el mismo final. No he vuelto a leer ningún libro de esta autora (no quiere decir que no lo haga en el futuro, pero ya sabiendo lo que me puedo encontrar). Lo que quiero decir con esto es que cuando leo romántica quiero soñar y enamorarme, quedarme con la idea de que el amor lo puede todo. Si no es así, escojo otro género.
Como escritora viví la situación contraria con Persiguiendo un sueño. Una lectora me dejó un comentario en el que señalaba que la novela no le había gustado tanto porque pensaba que era romántica y no se había informado bien. Persiguiendo un sueño tiene final feliz, pero no es una historia de amor al uso, es más una búsqueda vital de varios personajes que terminan confluyendo en un determinado momento. Desde entonces, me cuido mucho de señalar que esta novela es romántica sentimental.
El hecho de que un determinado género tengas ciertas normas no creo que coarte nuestra creatividad como escritores, todo lo contrario. La dificultad de escribir romántica reside precisamente en tratar los temas de siempre con originalidad y saliéndose de los tópicos, no es poner cuatro polvos ni redactar frases como si se transcribiera un chat. Aunque ese es otro debate.
Y tú, ¿eres de final feliz?